miércoles, 14 de marzo de 2012

¿comenzamos un relato?


-De repente todo se tornó complicado. Esa, no la llamaré felicidad, pero sí calma de fácil acceso, que respondía a pequeños factores sin excesiva importancia, tales como la llegada del buen tiempo, el olor a magdalenas recién horneadas, encontrarle formas a las nubes, o el simple hecho de recordar una canción que hacía tiempo tenía aparcada en un rincón de mi cabeza, antes me sacaban una sonrisa, que podía llegar a durar todo el día; pero de pronto, sin previo aviso, todo se volvió insuficiente, y el sosiego que estos pequeños regalos de la vida me provocaban desapareció para, en su lugar, no dejar más que preocupaciones. Supongo que me tocaba dar ese paso que muchos llaman madurar, como si de algo positivo se tratara, y que desde mi personal punto de vista, no es más que una verdadera fulanada, con las respectivas escusas por el término. Pero ¿a quién vamos a engañar?, madurar es algo que nadie decidiría hacer de “motu propi”, ya que ¿acaso no se vive mejor sin el peso de las atrocidades que comporta la vida adulta? Supongo que eso es lo que más me irrita, que no se me diera la oportunidad de elegir. Seguramente será porque soy una inexperta por estos mundos, pero no tengo ni idea de cómo proceder, me siento perdida. Irónico, que esta sea la única sensación que conservo de mi vida anterior, la confusión, no saber a dónde voy, ni que quiero hacer ni mucho menos cómo conseguirlo; sólo que ahora le acompaña la incómoda certeza de que estos problemas de adolescente ya no deberían existir, o que al menos habrían de estar escondidos tras una falsa apariencia de adulta seguridad en mis decisiones. El caso es que durante un tiempo me resistí a crecer, e hice lo único que se podía hacer en una situación tan desesperada como la mía: mirar para otro lado y fingir que la alargada sombra de la responsabilidad no me afectaba. Todo esto solo se tradujo en más angustia, y ni rastro de la barata felicidad de  mi juventud. Ah, porque eso es otro tema, en este mundo no existe nada barato, y digo barato, porque los conceptos altruismo y gratuidad, ni siquiera están en los diccionarios, todo hay que pagarlo y nunca es suficiente… total que, ¡más angustias a la espalda! Así que por muy férreamente convencida que me halle a no crecer, la vida no me ofrece alternativa, entonces ¿qué opción me queda, mas que quedarme en la cama hasta el fin de los tiempos?

              Laura llevaba media hora escuchando mis divagaciones, con alguna que otra cara de resignación, ya que mal que me pese no era la primera vez que le soltaba tamaña monserga, y como me conocía como si me hubiese parido hizo lo que hay que hacer cuando me levanto en plan “ Against the world”, que básicamente es no hacerme ni puñetero caso.

-¡Cada día estás más agilipollada! Anda deja de decir sandeces y levanta el culo de la cama, que aun me harás llegar tarde a mí…

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