domingo, 29 de septiembre de 2013

Ya no temo a las mareas que vienen y van


Rick entonaba "Ya no temo a las mareas que viene y van..." en aquel concierto de la Mercé en la Plaza dels Angels al que arrastré a todos  y en que Sara y yo cual grupis le gritábamos guapo a Gonzalo, mientras "Los Vecinos" nos tumbaban a base de búfalos... Y recuerdo que en ese momento, de alguna manera, supe que era el comienzo del resto de mi vida, creencia de la que aun hoy soy defensora. Igual fue debido a uno de los veranos más interesantes de mi existencia y a una serie de personas que durante esas vacaciones entraron en mi vida y removieron mi forma de pensar preparándome para lo que estaba por venir... De esta forma puedo asegurar que mi vida empezó el año pasado, aunque no sé exactamente por qué, ni en lo que eso convierte los 21 años previos... Sólo sé que desde aquel "...ahora me tumbo en la arena a verlas pasar..." el mundo dió todas las vueltas que su desviado eje le permitió para llevarme a donde hoy estoy: subí a la montaña más alta para bajar de la manera más rápida y abrupta y en el camino de bajada encontrar que había más postas de descanso con posaderos amigos dispuestos a hacerme la bajada más amena de los que en un momento imaginé...

He dado mis rodeos y vueltas para encontrarme dónde hoy estoy, y sin embargo el sentimiento de estar exactamente donde debo estar no se me quita de la cabeza, con la consecuente sonrisa que eso genera, soy feliz! La incertidumbre del futuro sigue ahí, como la de cualquier estudiante de arquitectura español que aproxime la recta final, pero ni me agobia, ni me preocupa... Porque de algún modo sé que estoy en el camino, aunque por mi parte, siempre tenga la tendencia a hacer los caminos más largos, díficiles y sinuosos posibles para llegar a un punto cualquiera, pero me da igual porque si este año me ha enseñado algo, aunque de hecho me halla enseñado muchas cosas,  es que si disfrutas del camino, el resto viene rodado.




viernes, 20 de septiembre de 2013

Me apetecía contarte...



Me apetecía contarte que todo me va bien, aunque sé que no tenías dudas de ello.

Me apetecía contarte que la ciudad es tan increíble como un día tú me la describiste, y supongo que tan llena de misterios, aunque aun no me haya dado tiempo a descubrirlos todos.

Me apetecía contarte que por alguna razón esta ciudad me recuerda a ti, supongo que porque eres quien con más entusiasmo me habló de ella.

Me apetecía contarte que ese último consejo que me diste: Disfruta de Chicago, viaja mucho y conoce a mucha gente, es mi lema a seguir, aunque aun no haya viajado en absoluto, y la mayoría de mis nuevos amigos sean expatriados temporales como yo, ya sabes eso siempre une.

Me apetecía contarte que la distancia no ha hecho que me aclare en absoluto, y que siendo consciente de que tu compatibilidad para conmigo, el hecho de que a veces no lo sienta así, me desconcierta hasta el punto de desconcertarte yo a ti…

Me apetecía aclararte que esto no es una declaración de amor, ni de odio, ni de resignación, simplemente quiere decir, que últimamente me acuerdo de ti, con lo que quiera que eso signifique.

Me apetecía que supieses que soy consciente que el mundo es pequeño incluso dentro de toda su inmensidad, y que la vida es corta aunque dure una eternidad. Que sé que debo luchar por vivirlo todo intensamente, hasta la mayor nimiedad, porque sé, y soy consciente de que en eso estaremos de acuerdo, que una vida sin pasión no merece la pena ser vivida.

Me apetecía que supieses que a veces me gustaría que estuvieses aquí, aunque la mayoría agradezco que no sea así.

Y supongo que me apetecía decirte todo esto, para que entendieses que mis complicaciones son más profundas de lo que incluso yo soy capaz de comprender, y a la vez creo que me alienta el saber que probablemente nunca leerás estas líneas, y que una vez más las palabras son solo catarsis en mi caótico mundo.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

y de repente fuimos personas

Soñábamos historias de amor en escenarios tan poéticos y mitificados como Manhatan o Paris, y nada de lo real era suficientemente perfecto para valer la pena...

Creíamos que tocar el cielo no solo estaba a nuestro alcance, sino que era nuestro destino, pero que había de llegar después del macroesfuerzo que moldea al héroe, que lo aleja del resto de la humanidad con cierto atisbo de incomprensión, pero con la recompensa de sentirlo todo más y mejor y ser parte de la cena de los Dioses, dónde solo tienen cabida los más tiernos manjares y las más extraordinarias personalidades.

Y ahora vacíos por dentro pero seguros que el esfuerzo ha valido la pena, porque sin ser héroes, ni dioses hemos reconocido ser personas y  sabemos que lo pasado fue especial y que lo que está por venir es tan impredecible como magnífico, porque el futuro y la vida, siendo crudo y hastío es mágico y emocionante.