lunes, 4 de febrero de 2013

aspiraciones que no aspiran a nada

Nos educan para creer, pero no lo hacen para soñar. Creemos palabras, discursos, personas, mentiras... E incluso cuando somos conscientes de que estos no son más que humo, tenemos que seguir ahí, fingiendo que creemos a pies juntillas, porque ser franco con uno mismo está mal visto, y creer en los ójalas, es tachado de inmadurez.

Pues yo hoy voy a ser niña, voy a volver a soñar, a volver a sonreír, a dejar aun lado toda la carroña marrón de aura borrosa, que solo enturbia mis lúcidas noches de ensueño, en las que vuelvo a ser princesa aventurera, y en las que a los príncipes soy yo quien  los derroca de sus caballos. Hoy vuelvo al mundo en el que no necesito a nadie ni nada de ese catálogo de cosas innecesarias que cada mes me llega por correspondencia a mi bandeja de entrada. Me libero de los prejuicios y de las ataduras invisibles que me acorralan sin siquiera darme cuenta, porque parece ser que es a lo que todos estamos destinados...

Si vosotros no queréis no me sigáis, nunca he necesitado un séquito de seguidores, si no queréis soñar con noches despejadas en las que volver a ver brillar las estrellas, haya vosotros, no soy quién para juzgar ni mucho menos para intentar convencer, pues vida solo hay una y cada quien la desperdicia a su manera, unos soñando miradas lascivas entre sábanas de espuma, otros adormecidos bajo el efecto aletargador de las palabras envenenadas, y quien menos en subir a la montaña más alta que se cruce en su camino. No sabría entre quienes situar mi desquiciada persona, pero seguro que tampoco lo quiero descubrir, porque el conocimiento y la certeza solo son la muerte del éxtasis, y de la aventura, y por ahora no aspiro a nada más.

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