Llevo tanto tiempo aletargada por mi propia cotidianidad que
cuando me asalta uno de esos días, uno de esos en los que lo único que quiero
es llorar y esconderme, me medio alegro, al menos al principio, porque quiere decir que no
soy tan inhumana como últimamente parece, que también tengo derecho a sentir…
Pero luego esa realización ya no es suficiente y me hundo… Me regodeo en mi
miseria, en el rincón más luminoso de mi casa, que es al mismo tiempo el más
oscuro…
¿Y si estoy tomando decisiones por las razones equivocadas?,
¿y si no pensar demasiado no era tan buena idea como yo pensaba cuando tomé
aquella decisión?, ¿y si cuando renuncie a rayarme por lo que los demás
pensasen de mí, y sobre todo, por lo que pudiesen esperar, no era el camino adecuado?
¿Y si debiese volver al camino recto, a la absurda normalidad de aspirar poco y
conformarme con menos? Cuando lo que quiero, en realidad es un poco de amor,
algo más allá del propio, que de ese me sobra. Quiero mimos y cariño, de
alguien que no sea mi padre, quien por cierto hace un tiempo que ha dejado de
ser mi superhéroe, no sé si
porque cree que ya no lo necesito, igual en algún torpe intento de
querer ser una mujer fuerte e independiente le mandé señales equivocadas o
simplemente se ha olvidado de serlo…
Sé que soy fuerte; que también esto pasará; pero por una vez
quiero no tener que ser yo quien recoja mis propios pedazos, porque aunque ya
sé cómo me monto, hace ya tiempo que dejó de ser divertido. Lo mismo que pasa con las Billy de IKEA. Quiero no ser tan
rápida ensamblándome de nuevo. Tan rápida que nadie se dé cuenta que estoy
rota, tarada… Quiero que mis mil y una contradicciones se esparzan en el suelo
durante horas y que por una vez el mundo sea testigo de mi fragilidad, de mis
imperfecciones más profundas, las oscuras que a veces yo ya no sé, porque de
guardarlas tan bien se me han olvidado. Necesito que el mundo por una vez me
trate como al rival más débil y por debajo de la mesa me eche una mano en esto
de vivir. Ser huevito un par de jugadas o tener algo de ventaja. Necesito algo
que no sé nombrar, o a lo que me aterroriza ponerle un nombre… Y aun así, aquí
sigo queriendo no crecer, queriendo recuperar la pasión de ser joven y, aunque
nunca quise cambiar el mundo, si quise aprenderlo todo… Abarcar la luna. Pero
los ensayos siempre se me han atragantado a un tercio del final y nunca llego
a las conclusiones del autor… Con lo que
no hago más que potenciar mi imperfección y esconderme tras una mirada de
fingida frivolidad y verdades a medias.
Soy un fraude. I AM A MESS.
Finalmente todo queda en un millón de lamentos y
autocompasiones regadas de lágrimas amargas en posición fetal en un rincón. Todo aderezado con Damien Rice en bucle para darle una dimensión más
profunda, si cabe, al tema de llorar. Para que luego todo, poco a poco, vuelva a
su lugar, al mismo mar de dudas de hace unas horas, pero con la integridad
recuperada y con sólo un intenso dolor de cabeza de la resaca de tocar fondo.
De aquí en adelante todo vuelve a ser constructivo, aunque no sirva para nada. Porque la
única verdad es que no todo ha de servir a un propósito mayor. Hay días de mierda que
no te hacen más fuerte, ni más grande, sólo están y hay que aprender a vivirlos
de la manera menos dañina posible e intentar que duren poco. Un millón de
litros de té, una consistente cena y un gusto un poco menos masoquista a la
hora de escoger la música. Acabar de recoger las últimas piezas que todavía están
desperdigadas por ahí. Ya mañana con la frescura del alba me encargare de
asegurarlas con pegamento extrafuerte, del que si te descuidas te pega los
dedos entre sí. Mantendré lo más alejado posible en disolvente, lo prometo.