lunes, 20 de enero de 2014

El día que dejé de tener miedo

Y de repente dejé de temer, temer al futuro, al cercano, al lejano, al mañana. Dejé de temer a que la distancia física se interpusiese entre los que quiero y yo. A no tener un cuerpo que me abrigase en las frías noches que siempre están por llegar y dejé de morirme de miedo al pensar en el gigante monstruo de la decepción, el que decepciona a los demás y el que me decepciona a  mí misma, y, aun no me explico como, todo empezó a cobrar sentido, un sentido ridículo que probablemente sólo me tranquilizase a mí, pero que de alguna manera hacía la vida un poco más ligera, más fácil.

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